Terapia número cuatro

-Mamá, hay una niña nadando en la taza del baño-
-¡No! déjala ahí, nada hasta las once de la noche, luego se hunde al tubo de nuevo-

Un lugar de este universo no podría ser más bizarro, es que las corcheas ya no sonaban ¿cómo se podría vivir en un mundo sin corcheas? es como suponer que el cielo es púrpira, aunque suele serlo en las mañanas en que todo es calma...
Las palabras de mi boca insisten en pronunciar mi nombre, tu también me llamas y algunos cuantos, mientras juegan parqués; entonces, la armonia de la música no existe
es cuando las disonancias se vuelven consonantes y el negro se vuelve claro, donde las mentiras son verdades irrefutables y donde no queda más que permanecer sentados en la fila...

Una piedra en el centro de mi pecho, jamás sentí tanto dolor fué incrustar en mi cerebro la orden de llenar mis ojos de agua salada que arde, afanar mi respiración y hacer que mis manos tiemblen mientras camino...
No aguantaba tanto dolor, insisto!, era demaciado para mi, la conección perfecta imperfecta entre mi cuerpo llaciendo y el alma sangrante...
No me había visto nunca, pero me conocía como si me hubiera visto despertar gritando con una pesadilla colgando de la lengua, es como todos ellos, sobre todo en un mundo en donde no se puede decir lo que se piensa y a pesar de todo han tratado de mostrar la basta superficie de los hechos, al tiempo que van moldeando el entorno de su desgracia...
El dolor se debe a causas inexplicables, la vida está marcada por la insensata urgencia de ser heroe de sí mismo como si con eso tratara de solventar mi carga inexplicable,
empresaria de mi todo o ningun talento, se que lo que hago es inutil, pero igualmente lo hago...

Luego dijo:- imagina que te congelas entre el hielo de una montaña tibia, que tu corazón deja de latir y solo escuchas los pasos de los animales que caminan sobre tu tumba en la cima de la montaña-. Así fué, de un momento a otro empecé a sentir que mis manos se congelaban en un instante, casi hinchandoce del sufirmiento, mis piernas no podían moverse pero mi pecho permanecia cálido... la música cesó y los latidos empezaron a hacerse prominentes, nada del mundo era real, ni siquiera el mismo mundo, solo el mio, el invento de la niña del manicomio...

Me cubrió con una manta caliente, me quedé profundamente dormida y más tarde, luego de un tiempo irreconocible me puso su mano sobre la frente y desperté, me levanté despacio de la camilla, olía a incienzo, y tras la ventana no paraba de llover. Me dijo: -dormiste mientras llovía, lo hiciste muy bien- y sonrió, no lo entendí todo, pero algo se aclaró -Pide tu próxima cita para dentro de 15 o 20 días-

Salí del consultorio y me dirigí a la mujer de las gafas de botella
-¿para el 9 de agosto?-
-si, está bien-
-¿ el Doctor le mandó medicina?-
-No, aún no he terminado las anteriores, gracias, hasta luego-
-Hasta luego-

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